"Soy realita y creo en lo posible. Soy racional apasionado y no me empeño en lo imposible, pero me gusta pensar que algunas cosas que creemos realizables, bellas y buenas, pueden alcanzar un punto de concreción (sin quimeras fantasmales), en tanto no nos alistemos en las filas del fanatismo. La libertad de cada quien es lo principal, por nobles que nos parezcan ciertos quehaceres deleitosos, por mucho que creamos que todos los seres humanos serían mejores si leyeran libros.
No soy un desilusionado de la promoción y el fomento de la lectura; lo que me decepciona es que muchas campañas y programas de lectura nada tengan que ver con la realidad real y sí mucho con lo ilusorio. Que cada quien lea lo que le dé la gana y si, como promotores o mediadores, tenemos la humildad de no estorbar sino de alentar este proceso y este impulso en los demás, entonces podremos ver que hay más lectores que los que estiman las estadísticas oficiales y los discursos que se basan en estas estadísticas y proyecciones.
Si sensatamente, acompañamos nuestras certidumbres de una buena ración de dudas, nuestro entusiasmo de un poco de escepticismo racional, tal vez podamos ayudar más y mejor a la promoción y al fomento del libro, que con todas nuestras obstinaciones repletas de dogmas y fanatismos culturalistas. Padecí una época dogmática y autosuficiente que sólo contribuyó a mi orgullosa pedantería de “buen lector inteligente”, sin darme cuenta entonces que esa pedantería negaba mi presunta inteligencia. No se puede ser, al mismo tiempo, pedante e inteligente.
Fomentar la lectura de libro no como obligación social o individual, sino como acto libre y como encuentro amoroso. Que lean lo que quieran y cuando quieran, y si no quieren leer que no lean. Lo único sensato y noble que podemos hacer es estar ahí, cordiales y sin moralizaciones ni imposiciones, cuando decidan probar a qué sabe la lectura. Mucho ganaríamos si, además del analfabetismo funcional, combatiéramos con igual énfasis el analfabetismo moral, ético e intelectual que con bastante frecuencia es independiente de la lectura de libros, y de la educación y la escolarización siempre o casi siempre asociadas al deber de leer."