Las tareas de gestión bibliotecaria tienen como finalidad facilitar el uso de los recursos y organizar su distribución. Nuestro objetivo es asegurar que los recursos circulen y se usen en diversidad de actividades, tareas o proyectos. Para ello necesitamos que el profesorado participe en este proceso sugiriendo recursos y aportando necesidades.
La colección de recursos físicos es pues una colección totalmente abierta a la comunidad. Una colección pensada no como un corpus unitario e indisoluble sino como un corpus flexible y misceláneo. Un corpus que se va construyendo en torno a la realidad escolar del propio centro educativo.
En la biblioteca reunimos y agrupamos recursos bajo unos criterios determinados, así como también ordenamos y clasificamos dichos recursos con pautas establecidas, pero pensando en las actividades a la que los recursos han de dar apoyo y en el tipo de personas que los han de utilizar. Los estándares internacionales y las recomendaciones bibliotecarias son solo orientaciones. No nos sirven si no están contextualizadas.
Los recursos gestionados de forma centralizada por la biblioteca han de moverse por todo el centro.También deben renovarse o remplazarse cada curso escolar según las necesidades detectadas. Se trata de una colección variable y distribuida. Una colección que se conforma con criterios de movilidad.
Pero la gestión de los recursos digitales requiere otro tipo de estrategia. Los recursos digitales ya están en continuo movimiento. Aunque nos sobrevenga el deseo de coleccionarlos su inmaterialidad nos impide retenerlos. Coleccionar recursos digitales resulta una tarea titánica e imposible de abrazar de forma personal y sin objetivos concretos o específicos. La biblioteca no puede confeccionar una colección digital propia aunque su misión sea ofrecerla y distribuirla. Las características del entorno digital lo hacen imposible.
Pero la biblioteca sí puede contribuir en la gestión de los recursos digitales dentro del centro educativo. Su contribución más eficaz está vinculada a la generación o administración de repositorios digitales pero ya no como repositorios propios sino comunitarios.
La biblioteca ha perdido la exclusividad en la gestión de la información. La gestión de contenidos afecta a toda la comunidad educativa. La biblioteca está al servicio de esta tarea colectiva. En este sentido, todos en el centro educativo somos “biblioteca”. El conjunto del profesorado ha de poder y saber seleccionar recursos al servicio de la comunidad. El problema es cómo llevar a cabo esta tarea de forma coordinada y con unos mínimos de fiabilidad y eficacia.
Desde todo el centro se facilita al alumnado enlaces a recursos digitales para las tareas escolares. Desde diferentes ámbitos (coordinador TIC, departamentos…) se abren cuentas o perfiles digitales para utilizar herramientas de la web social… las iniciativas son muchas pero se presentan totalmente descoordinadas.
La colección de recursos físicos es pues una colección totalmente abierta a la comunidad. Una colección pensada no como un corpus unitario e indisoluble sino como un corpus flexible y misceláneo. Un corpus que se va construyendo en torno a la realidad escolar del propio centro educativo.
En la biblioteca reunimos y agrupamos recursos bajo unos criterios determinados, así como también ordenamos y clasificamos dichos recursos con pautas establecidas, pero pensando en las actividades a la que los recursos han de dar apoyo y en el tipo de personas que los han de utilizar. Los estándares internacionales y las recomendaciones bibliotecarias son solo orientaciones. No nos sirven si no están contextualizadas.
Los recursos gestionados de forma centralizada por la biblioteca han de moverse por todo el centro.También deben renovarse o remplazarse cada curso escolar según las necesidades detectadas. Se trata de una colección variable y distribuida. Una colección que se conforma con criterios de movilidad.
Pero la gestión de los recursos digitales requiere otro tipo de estrategia. Los recursos digitales ya están en continuo movimiento. Aunque nos sobrevenga el deseo de coleccionarlos su inmaterialidad nos impide retenerlos. Coleccionar recursos digitales resulta una tarea titánica e imposible de abrazar de forma personal y sin objetivos concretos o específicos. La biblioteca no puede confeccionar una colección digital propia aunque su misión sea ofrecerla y distribuirla. Las características del entorno digital lo hacen imposible.
Pero la biblioteca sí puede contribuir en la gestión de los recursos digitales dentro del centro educativo. Su contribución más eficaz está vinculada a la generación o administración de repositorios digitales pero ya no como repositorios propios sino comunitarios.
La biblioteca ha perdido la exclusividad en la gestión de la información. La gestión de contenidos afecta a toda la comunidad educativa. La biblioteca está al servicio de esta tarea colectiva. En este sentido, todos en el centro educativo somos “biblioteca”. El conjunto del profesorado ha de poder y saber seleccionar recursos al servicio de la comunidad. El problema es cómo llevar a cabo esta tarea de forma coordinada y con unos mínimos de fiabilidad y eficacia.
Necesitamos hacer confluir estas acciones estableciendo criterios compartidos y estructuras comunes. Disponer de repositorios digitales compartidos es una posibilidad. La biblioteca puede contribuir diseñando una estructura de organización de los recursos eficaz, conformando las herramientas que faciliten su acceso y recuperación.
Los repositorios digitales son servicios de información que actúan como depósitos adregadores. Permiten garantizar el acceso gracias a sus mecanismos de almacenamiento y sus herramientas de recuperación. Diferenciaremos dos tipos de repositorios:
- Repositorios de contenidos digitales en referencia a los contenidos de las áreas curriculares seleccionados por criterios de relevancia y calidad
- Repositorios de producciones digitales realizadas por la comunidad (en diversos formatos, texto, audiovisual…), aquí se incluye también el depósito de las producciones propias de la biblioteca.
En época de escasez las bibliotecas habían de garantizar el acceso a la información almacenando los recursos en custodia. Ahora en época de abundancia informativa, nos vemos en la casuística de haber de custodiar los recursos digitales que han sido filtrados o creados por nuestra comunidad.