Debemos sostener la esperanza que es posible salir de este tiempo inestable en que se encuentra la educación. Pero esto solo es posible si el PROFESORADO se implica en los cambios y se planifica en los centros un proceso para realizarlos que sea paulatino y realista.
El auténtico cambio es dolorosamente lento, pero vale la pena intentarlo. A pesar de todas las contradicciones existentes, los maestros pueden empezar a trabajar en ello para beneficiar a sus alumnos. Porque lo que impulsa verdaderamente a los profesores a efectuar procesos de mejora de la enseñanza no son las directrices políticas o burocráticas, sino el deseo de ayudar realmente a los alumnos en su formación integral.
Un proceso de mejora constituye un esfuerzo continuo y sistemático, destinado a conseguir un cambio en las condiciones de aprendizaje. Lo cierto es que aunque no todo cambio implica mejora, toda mejora debe implicar un cambio. Para ello se han desarrollado por parte de la administración educativa y en los mismos centros iniciativas vinculadas a la organización del currículo y a la mejora de las metodologías didácticas.
Hay que visualizar las posibilidades didácticas que poseen las tecnologías digitales sin menospreciar las virtudes que presentan otros recursos tradicionales, como es el caso de la biblioteca escolar. Las acciones que se están desarrollando tienen el peligro de desplegarse desenfocadas. Pues ni los ordenadores portátiles ni las pizarras digitales per se van a solucionar los problemas de comprensión y aprendizaje de nuestros alumnos, ni van a mejorar las metodologías didácticas de los docentes si estos no tienen pautas para utilizarlas.
Vemos que la verdadera innovación educativa está en las manos y en las mentes de los profesores, en su capacidad creativa de utilizar la diversidad de medios y recursos de que disponen para lograr los objetivos educativos planteados. A su vez la innovación se suscribe a nivel de centro a la capacidad de planificar estos objetivos desde la corresponsabilidad, partiendo de las competencias básicas y articulando su desarrollo de manera interdisciplinar. Aquí encontramos la verdadera innovación educativa a la que los medios han de dar apoyo y mostrar su utilidad.
Bajo esta perspectiva, la biblioteca escolar actúa dentro del sistema educativo como recurso favorecedor y fundamenta su existencia al servicio del desarrollo de las competencias básicas y de una enseñanza basada en la interacción comunicativa para la construcción de conocimiento. En la biblioteca, esta interacción puede llevarse a cabo en situaciones específicas como son la realización de trabajos colaborativos de investigación, o en la interacción personal o colectiva que los alumnos pueden realizar directamente con los textos por medio de la lectura.
Pero el elemento constitutivo e imprescindible, clave de la calidad de la enseñanza es el profesorado. Ningún cambio para la mejora de la enseñanza puede realizarse sin una acción que represente una intencionalidad educativa. El docente no es un mero ejecutor en el desarrollo curricular, sino más bien un mediador entre el currículo y la situación real en la que este se desarrolla. El docente interpreta y redefine la enseñanza en función de su conocimiento práctico, de su manera de pensar y entender la acción educativa (DE LA TORRE; BARRIOS, 2000)
Los docentes deben estar preparados para enfrentarse a situaciones diferentes en cada clase, en cada curso y con cada grupo de alumnos, ante lo cual no pueden emplear procedimientos algorítmicos o recetas de manera rígida. Se requieren sólidos conocimientos y habilidades para readecuar sobre la marcha la dirección del proceso o improvisar. Por ello se considera que la práctica educativa se caracteriza por ser una combinación de arte, técnica e improvisación.
Es necesario determinar que el diseño de la práctica docente es una de las competencias más importantes en la formación del profesorado. Es una prioridad para su profesionalidad, ya que exige la capacidad de apropiar a cada situación escolar concreta la construcción y el desarrollo del currículo. Los medios de enseñanza, los recursos y las estructuras organizativas existentes en un centro escolar son herramientas que apoyan los procesos de enseñanza-aprendizaje que ellos diseñan.
Vemos que la verdadera innovación educativa está en las manos y en las mentes de los profesores, en su capacidad creativa de utilizar la diversidad de medios y recursos de que disponen para lograr los objetivos educativos planteados. A su vez la innovación se suscribe a nivel de centro a la capacidad de planificar estos objetivos desde la corresponsabilidad, partiendo de las competencias básicas y articulando su desarrollo de manera interdisciplinar. Aquí encontramos la verdadera innovación educativa a la que los medios han de dar apoyo y mostrar su utilidad.
Bajo esta perspectiva, la biblioteca escolar actúa dentro del sistema educativo como recurso favorecedor y fundamenta su existencia al servicio del desarrollo de las competencias básicas y de una enseñanza basada en la interacción comunicativa para la construcción de conocimiento. En la biblioteca, esta interacción puede llevarse a cabo en situaciones específicas como son la realización de trabajos colaborativos de investigación, o en la interacción personal o colectiva que los alumnos pueden realizar directamente con los textos por medio de la lectura.
Pero el elemento constitutivo e imprescindible, clave de la calidad de la enseñanza es el profesorado. Ningún cambio para la mejora de la enseñanza puede realizarse sin una acción que represente una intencionalidad educativa. El docente no es un mero ejecutor en el desarrollo curricular, sino más bien un mediador entre el currículo y la situación real en la que este se desarrolla. El docente interpreta y redefine la enseñanza en función de su conocimiento práctico, de su manera de pensar y entender la acción educativa (DE LA TORRE; BARRIOS, 2000)
Los docentes deben estar preparados para enfrentarse a situaciones diferentes en cada clase, en cada curso y con cada grupo de alumnos, ante lo cual no pueden emplear procedimientos algorítmicos o recetas de manera rígida. Se requieren sólidos conocimientos y habilidades para readecuar sobre la marcha la dirección del proceso o improvisar. Por ello se considera que la práctica educativa se caracteriza por ser una combinación de arte, técnica e improvisación.
Es necesario determinar que el diseño de la práctica docente es una de las competencias más importantes en la formación del profesorado. Es una prioridad para su profesionalidad, ya que exige la capacidad de apropiar a cada situación escolar concreta la construcción y el desarrollo del currículo. Los medios de enseñanza, los recursos y las estructuras organizativas existentes en un centro escolar son herramientas que apoyan los procesos de enseñanza-aprendizaje que ellos diseñan.
Texto extraído de:
Durban Roca, Glòria. La biblioteca escolar, hoy. Un recurso estratégico para el centro. Barcelona: Graó, 2010. Biblioteca de Aula ; 273.