Es obvio que esta situación está vinculada a la realidad global que las instituciones escolares padecen en este momento en España con los “recortes” y las “restructuraciones”. Pero seria iluso considerar que ésta es la única causa o el detonante exclusivo del inicio de un proceso de retroceso en algunas comunidades autónomas que ya habían avanzado considerablemente.
Si al cambiar las reglas de “juego” se “desmorona” el modelo de implementación actual de las bibliotecas escolares, si se fractura su estabilidad …. ¿no será a acaso por causa de las características del propio modelo y del tipo de política educativa a la que esta implementación responde?
Ante dicha situación el reto que tenemos planteado es superar la inestabilidad que la biblioteca escolar padece en los centros educativos. Esta no es una cuestión novedosa pero ahora es evidente. ¿De qué nos está sirviendo disponer de un modelo de biblioteca escolar claramente definido si está fallando su materialización con unas estructuras estables de desarrollo? Aunque hemos conseguido avances considerables con el impulso admirable de programas específicos... ¿por qué no hemos conseguido de forma general la estabilidad deseada?
Como se indicó en la mesa de debate “La utilidad de la biblioteca escolar, hoy. Su visualización en las organizaciones escolares del S. XXI" ( Durban ; García Guerrero ; Camacho) celebrada en el Congreso “Bibliotecas escolares en tránsito” en Santiago de Compostela en noviembre de 2011:
“Hemos avanzado mucho pero estamos en estado de fragilidad. El reto es dotar de utilidad la biblioteca escolar en los centros educativos. Hay que dotarla de relevancia y valor. Dotarla de peso curricular. Para ello hay unos elementos o cuestiones que deben estar garantizadas. (…) Hay que realizar un giro en las políticas educativas y buscar la regulación legislativa así como garantizar la continuidad de servicios de apoyo y formación específicos desde la administración educativa”
Así pues conviene que iniciemos un proceso de reflexión que nos lleve a valorar la necesidad de articular un modelo de implementación para la biblioteca escolar que no pase por programas institucionales específicos que las impulsen sino por una regulación legislativa que las dote de estabilidad.
Hay que ser realistas. Las bibliotecas escolares no están en este momento en disposición de liderar procesos de innovación y menos de actuar como “motores” o “aceleradores” de este tipo de iniciativas si no disponen de estabilidad. Establecer estas premisas es atribuirle a la biblioteca escolar demasiado poder, un poder que no puede ejercer.
Así pues conviene que iniciemos un proceso de reflexión que nos lleve a valorar la necesidad de articular un modelo de implementación para la biblioteca escolar que no pase por programas institucionales específicos que las impulsen sino por una regulación legislativa que las dote de estabilidad.
Hay que ser realistas. Las bibliotecas escolares no están en este momento en disposición de liderar procesos de innovación y menos de actuar como “motores” o “aceleradores” de este tipo de iniciativas si no disponen de estabilidad. Establecer estas premisas es atribuirle a la biblioteca escolar demasiado poder, un poder que no puede ejercer.
La estabilidad que necesitamos ha de permitir a la biblioteca escolar actuar en los centros como un agente facilitador de innovación pero no por medio de un liderazgo explicito sino por su incorporación normalizada en la dinámica escolar y especialmente en las programaciones de aula. La biblioteca escolar puede facilitar que emanen y se materialicen proyectos de innovación protagonizados e impulsados desde el aula. No olvidemos que la innovación educativa brota siempre vinculada a la creatividad y al potencial profesional del propio profesorado más que a la existencia de un recurso especifico sea este el que sea.