Por qué… ¿qué es lo que realmente le da potencial pedagógico a la biblioteca escolar? ¿Qué es lo que la puede caracterizar como elemento imprescindible? ¿Qué le da utilidad? La cuestión implica cambios importantes en la cultura de los centros relativos a la organización escolar.
Debemos vincular la función de apoyo de la biblioteca escolar y su uso como recurso educativo al ámbito de la planificación y organización escolar. Lo que parece complejo puede simplificarse si cambiamos el punto de mira. El discurso que hemos llevado a cabo en la última década en referencia a la biblioteca escolar incide en la necesidad de integrarla al currículo y a la práctica educativa. Hablamos de la biblioteca escolar como si estuviera fuera del sistema. Esta es la realidad en la que estamos de manera generalizada porque no encontramos el anclaje que sitúa la biblioteca escolar en el lugar que le corresponde.
Si conceptualizamos correctamente su implementación, otorgándole la posición de recurso-eje pedagógico que da apoyo a la labor docente, la utilidad de la biblioteca escolar es incuestionable, y puede ser así plenamente reconocida y argumentada. Pero esta conceptualización también requiere ser matizada.
Tampoco es realista pensar que esta pueda ejercer una función nuclear alrededor de la cual se articulen las programaciones y todas _ o gran parte_ de las intervenciones didácticas. La realidad de la cultura organizativa del centro y de la práctica educativa nos lo demuestran. Hay que articular un anclaje en el sistema pensando en las características propias del sistema no únicamente en las posibilidades de uso pedagógico de la biblioteca escolar.
No deberíamos pensar en adaptar el sistema a la biblioteca para poder integrarla, sino que tenemos que adecuar o incidir en aquellas posibilidades pedagógicas que aporta la biblioteca y que pueden realmente ser útiles a la realidad del sistema, y determinarle así una posición clara y estable.
La biblioteca escolar no ha de ser el núcleo o corazón de la escuela, este atributo solo puede ser otorgado al recurso humano: al profesorado y al alumnado. La biblioteca escolar ha de configurarse como agente transparente en protagonismo pero efectivo y presente en sustancia educativa y acción de apoyo a la práctica docente.
La biblioteca debe ser un agente catalizador y canalizador de acciones concretas que sin apoyo estable y continuado no podrían fructificar. Ejerciendo de anillo pedagógico que abraza la totalidad de la realidad educativa del centro debe aglutinar como un imán, demandas y necesidades concretas surgidas en las distintas áreas curriculares. Es necesario que exista un agente que realice esta función si queremos que los procesos de cambio en la escuela se realicen con realismo y practicidad.
Texto extraído del libro:
Durban Roca, Glòria. La biblioteca escolar, hoy. Un recurso estratégico para el centro. Barcelona: Graó, 2010.