Así pues las bibliotecas escolares no es que sean consideradas útiles o inútiles por parte de la administración, nadie discute su valor. Lo que se pone entre dicho es si son necesarias o no. Este es el problema real que tenemos sobre la mesa.
Podemos argumentar su necesidad de muchas maneras. No es difícil hacerlo. Tenemos discurso armado suficiente. Esta no es la cuestión. Me pregunto, más bien, en base a qué parámetros la administración mide que un recurso educativo es necesario o no en la escuela. ¿Parámetros económicos, organizativos, metodológicos, curriculares…? ¿Donde se ponen las prioridades?
La biblioteca escolar es necesaria, pero también deberíamos considerar unas premisas de posibilidad. Una biblioteca... ¿ con qué características? Si miramos como están nuestros centros y las carencias que tenemos en todos los ámbitos (materiales, humanos….) incorporar una infraestructura bibliotecaria, una dotación económica para sus fondos y la figura de un bibliotecario escolar con horas de dedicación… ¿es en este momento realmente necesario? ¿Para qué lo necesitamos? Para el fomento de la lectura y el acceso a la información podemos utilizar diversos recursos en el centro escolar. Es fundamental tener libros. La manera de gestionarlos es otro tema. ¿Es una prioridad disponer de biblioteca?
Muchos creemos que la biblioteca escolar puede ser la herramienta más potente para el fomento de la lectura en la escuela, pero siempre y cuando sea una herramienta en manos de los maestros. Estos han de sentirse empoderados para su uso desde la corresponsabilidad colectiva de considerar la lectura como una prioridad del proyecto educativo de centro.
Una biblioteca escolar de verdad (no la ideal) será siempre una biblioteca sencilla y flexible en su gestión, singularizada y en la mayoría de casos muy lejana de las normativas y estándares internacionales. Eso es una biblioteca escolar. Desde esta realidad hay que ayudar a su mejor gestión, a su mejor dotación…. pero partiendo siempre de su peculiaridad. Una sencillez que hace de ella una biblioteca accesible a los maestros y a la vida de la comunidad.
Ha de ser un espacio y un recurso que sea parte intrínseca de la escuela, que disponga de un docente que ejerza la función de responsable de ese recurso. Los órganos de coordinación existentes son los que han de gestionar y dinamizar la biblioteca escolar. Así de simple tendría que ser. Los equipos de apoyo de la biblioteca escolar no son sino los mismos órganos de coordinación, más comisiones de trabajo o distribución de tareas entre el mismo claustro.
Disponer de propuestas, proyectos, iniciativas para usar la biblioteca escolar, sí que incentiva esfuerzos colectivos para organizarla y desarrollarla o determinar un proyecto para ella como centro.
Pero si consideramos a la biblioteca escolar como una infraestructura bibliotecaria del mismo calibre que una biblioteca pública, poco podremos hacer. O si aspiramos a ello, siempre nos sentiremos poca cosa. No nos engañemos, tal y como estamos (con pocos recursos), disponer de una gran infraestructura representa un lujo para un centro escolar, que puede aportar “valor añadido” a todo el proyecto educativo pero que necesitará siempre para ello hablar en términos de “integración curricular”. Hay que pensar la biblioteca escolar desde dentro de la escuela.
Pidamos, desde esta perspectiva, a la administración que considere la necesidad de implementar programas de apoyo a las bibliotecas escolares, que actúe de forma proactiva, potenciando la autonomía de centro para la gestión de la biblioteca, pero también incentivando recursos de apoyo para los maestros que se apropian de sus bibliotecas, así como programas de colaboración con las bibliotecas públicas de la misma zona territorial.
Esta es la gran necesidad. La gran prioridad es dotar de buenos fondos estas pequeñas bibliotecas. La escuela necesita libros y recursos de calidad para el fomento de hábitos lectores y el desarrollo de habilidades informacionales.
Ha de ser un espacio y un recurso que sea parte intrínseca de la escuela, que disponga de un docente que ejerza la función de responsable de ese recurso. Los órganos de coordinación existentes son los que han de gestionar y dinamizar la biblioteca escolar. Así de simple tendría que ser. Los equipos de apoyo de la biblioteca escolar no son sino los mismos órganos de coordinación, más comisiones de trabajo o distribución de tareas entre el mismo claustro.
Disponer de propuestas, proyectos, iniciativas para usar la biblioteca escolar, sí que incentiva esfuerzos colectivos para organizarla y desarrollarla o determinar un proyecto para ella como centro.
Pero si consideramos a la biblioteca escolar como una infraestructura bibliotecaria del mismo calibre que una biblioteca pública, poco podremos hacer. O si aspiramos a ello, siempre nos sentiremos poca cosa. No nos engañemos, tal y como estamos (con pocos recursos), disponer de una gran infraestructura representa un lujo para un centro escolar, que puede aportar “valor añadido” a todo el proyecto educativo pero que necesitará siempre para ello hablar en términos de “integración curricular”. Hay que pensar la biblioteca escolar desde dentro de la escuela.
Pidamos, desde esta perspectiva, a la administración que considere la necesidad de implementar programas de apoyo a las bibliotecas escolares, que actúe de forma proactiva, potenciando la autonomía de centro para la gestión de la biblioteca, pero también incentivando recursos de apoyo para los maestros que se apropian de sus bibliotecas, así como programas de colaboración con las bibliotecas públicas de la misma zona territorial.
Esta es la gran necesidad. La gran prioridad es dotar de buenos fondos estas pequeñas bibliotecas. La escuela necesita libros y recursos de calidad para el fomento de hábitos lectores y el desarrollo de habilidades informacionales.