No disponemos de forma generalizada de programas institucionales que se hayan sostenido en el tiempo o que hayan sido suficientemente potentes en su implementación. Vivimos una situación de austeridad presupuestaria que bloquea iniciativas y proyectos. Al mismo tiempo vemos con estupefacción como las prioridades en las políticas educativas se están desdibujando a merced de una visión mercantilista de la educación.
Las bibliotecas escolares no encajan en este paradigma de la rentabilidad educativa, es por ello que han pasado a ser consideradas un elemento de segundo orden o incluso de tercer nivel, totalmente prescindibles para la innovación educativa, y en el mejor de los casos descritas solo como recursos de apoyo a la lectura.
Bajo la excusa de los recortes se esconde una gran incredulidad. Es una realidad anunciada: las bibliotecas escolares no interesan a la administración porque no son rentables. No aportan valor a una innovación educativa pensada solo con parámetros de modernidad tecnológica o rentabilidad en los resultados.
Todos sabemos que las bibliotecas escolares son una cuestión social, un elemento vinculado a la escuela en su más íntima esencia, en línea o los objetivos básicos de la educación que son el desarrollo personal y comunitario. Es por ello que tienen un potencial educativo extraordinario. Su rentabilidad es a largo plazo, como la misma educación. Esto parece invisible a aquellos que actúan como tecnócratas o solo se preocupan por la gestión de la educación.
Todos sabemos que las bibliotecas escolares son una cuestión social, un elemento vinculado a la escuela en su más íntima esencia, en línea o los objetivos básicos de la educación que son el desarrollo personal y comunitario. Es por ello que tienen un potencial educativo extraordinario. Su rentabilidad es a largo plazo, como la misma educación. Esto parece invisible a aquellos que actúan como tecnócratas o solo se preocupan por la gestión de la educación.
Ante esta situación, como en otros campos vinculados al desarrollo comunitario donde la sociedad civil se ha activado y organizado en la resolución de problemas sociales, desde los centros escolares podemos activarnos y organizarnos de forma colaborativa para trabajar en aquellos aspectos que la administración deja sin atender. Son un paliativo pero resulta imprescindible.
Existen en la actualidad numerosos colectivos que en aspectos específicos del mundo educativo trabajan en esta línea utilizando las redes sociales con el objetivo de compartir experiencias e interpelar así a la administración. Las bibliotecas escolares pueden ser también uno de estos ámbitos. Ya disponemos de ejemplos en Catalunya con Bibliomedia o en Albacete con el grupo cooperativo bibliotecas escolares en red.
Supone una acción compensatoria, no lo olvidemos, pero sin duda potencia un mayor protagonismo de la sociedad y la ciudadanía. Estamos ante el concepto de "innovación social" nacido en la última década, referido a un nuevo tipo de cooperación creativa entre iguales. Los ciudadanos dejan de ser objetos o clientes, para enfrentarse a los nuevos riesgos y desafíos sociales como sujetos con capacidad de decisión y de cambio. El proceso de innovación social empodera a los individuos a actuar con valores de cooperación, confianza y reciprocidad, creando una nueva cultura de relaciones colaborativas.
Organicémonos en redes locales de cooperación educativa en relación al impulso y desarrollo de bibliotecas en los centros educativos. Necesitamos emprendedores sociales, personas creativas que lideren nuevas ideas, organicen nuevas redes y abran nuevas ventanas de oportunidad. No buscamos substituir. Sino apelar a la movilización para interpelar a la administración construyendo proyectos colaborativos que nos permitan compartir y avanzar de forma local en el día a día de nuestros centros.
Existen en la actualidad numerosos colectivos que en aspectos específicos del mundo educativo trabajan en esta línea utilizando las redes sociales con el objetivo de compartir experiencias e interpelar así a la administración. Las bibliotecas escolares pueden ser también uno de estos ámbitos. Ya disponemos de ejemplos en Catalunya con Bibliomedia o en Albacete con el grupo cooperativo bibliotecas escolares en red.
Supone una acción compensatoria, no lo olvidemos, pero sin duda potencia un mayor protagonismo de la sociedad y la ciudadanía. Estamos ante el concepto de "innovación social" nacido en la última década, referido a un nuevo tipo de cooperación creativa entre iguales. Los ciudadanos dejan de ser objetos o clientes, para enfrentarse a los nuevos riesgos y desafíos sociales como sujetos con capacidad de decisión y de cambio. El proceso de innovación social empodera a los individuos a actuar con valores de cooperación, confianza y reciprocidad, creando una nueva cultura de relaciones colaborativas.
Organicémonos en redes locales de cooperación educativa en relación al impulso y desarrollo de bibliotecas en los centros educativos. Necesitamos emprendedores sociales, personas creativas que lideren nuevas ideas, organicen nuevas redes y abran nuevas ventanas de oportunidad. No buscamos substituir. Sino apelar a la movilización para interpelar a la administración construyendo proyectos colaborativos que nos permitan compartir y avanzar de forma local en el día a día de nuestros centros.