Porqué ya podemos visualizar líneas de actuación para la escuela del siglo XXI: la base de la innovación educativa en este momento ya no se focaliza en el uso de las herramientas y recursos digitales sino en los cambios metodológicos y en la transformación de la organización escolar.
Esta es la idea clave para interpretar los nuevos tiempos que se avecinan y poder sugerir propuestas viables de actuación para la biblioteca escolar. No hay que desfallecer en el anhelo de disponer de bibliotecas escolares y personas formadas para su desarrollo, pero debemos argumentar esta reivindicación partiendo del conocimiento de esta nueva realidad.
Si pedagógicamente la escuela camina hacia un horizonte donde las metodologías activas son las protagonistas, donde el aula se convierte en aula taller, donde el profesorado se centra en el desarrollo de competencias considerando la educación integral de su alumnado…. es indudable que el profesorado necesita apoyos y recursos, tanto materiales como profesionales. Y la organización escolar debería facilitarlos.
En el ámbito de la lectura la existencia de una especialización en literatura infantil y juvenil y en competencia informacional queda así justificada en la escuela. Pero... ¿cómo el responsable de la biblioteca escolar ha de realizar este apoyo especifico?
Las dinámicas de trabajo han de abrazar modos de corresponsabilidad. El responsable de la biblioteca ha de ser un docente que forme parte del claustro y participe del proyecto educativo desde esta perspectiva que refleja una determinada disponibilidad y actitud.
La escuela necesita un modelo organizativo que contemple la docencia compartida y el trabajo interdisciplinar, grupos docentes que trabajan desde distintas disciplinas pero no desde contenedores estancos, o parcelas curriculares, sino a partir de establecer proyectos de aula o de etapa compartidos. Como puede ser el proyecto lector de centro.
Es cierto que los cambios que precisa la escuela no son generalizados en su aplicación, y que la biblioteca escolar en muchos casos actúa de palanca transformadora para facilitarlos. Pero esta circunstancia tiene fecha de caducidad.
Las bibliotecas escolares están llamadas a ser parte del sistema escolar solo (y eso es muchisimo) como instrumentos de apoyo. Hay que dejar atrás la propuesta de promocionarlas como agentes transformadores. La transformación ha de ser la suma de muchos factores, las acciones de apoyo de la biblioteca es un factor más entre muchos otros.
La argumentación de la utilidad de la biblioteca escolar ha de centrarse en esta función de apoyo especialmente en la selección y gestión de los recursos para los proyectos de toda la comunidad. Su posición no es nuclear sino periférica. Su acción es invisible y silenciosa pero puede llegar a todos los rincones de la escuela.
Al mismo tiempo hemos de considerar que la biblioteca escolar ahora no puede reivindicar su existencia solo con su función de fomento de la lectura y desarrollo de competencias informacionales cuando es todo el centro educativo y todo el profesorado quien tiene que asumir esta función de forma colectiva. Hay que conectar con esta nueva necesidad, la de trabajar desde la colectividad, potenciando el elemento social y comunitario. La dimensión social de la biblioteca escolar.
Sé que es difícil hacer esta abstracción, Pero si lo que queremos es encontrar un lugar útil para la biblioteca escolar en los centros educativos lo primero que hemos de hacer es iniciar este cambio personal en la concepción de la escuela y abrazar nuevas perspectivas. Ello nos llevará a pensar la biblioteca desde dentro de la escuela y organizar su desarrollo y funciones de forma singularizada a cada realidad.