jueves, 18 de agosto de 2016

¿Cómo ha de posicionarse la biblioteca escolar ante los cambios que precisa la escuela en su organización escolar?

Los procesos de transformación que precisa abordar la escuela implican repensar los propósitos de la educación y la práctica educativa cotidiana, pero también reclaman a cada centro educativo cambios relevantes en su organización escolar. El gran reto transformador para las instituciones escolares del siglo XXI se vincula a esta cuestión.
La mejora de la escuela pasa por la renovación de sus estructuras organizativas y la revisión de su cultura de trabajo, aspectos estrechamente vinculados al cambio educativo.

En este sentido... ¿qué cambios ha de abordar la organización escolar? Y la biblioteca escolar... ¿cómo ha de posicionarse ante estos cambios? 

La transformación de la organización escolar implica un cambio de modelo en la organización de los aprendizajes y en la cultura organizativa del centro. Dos aspectos diferenciados pero interconectados en los que la biblioteca escolar interviene. La cuestión es discernir cómo lo hace, y si hay o no que cambiar alguna premisa en la manera de vincular esta intervención. 

Actualmente surgen interrogantes. ¿Qué lugar ha de ocupar la biblioteca en el proyecto educativo y en la acción educativa? ¿Cómo va a ser utilizada? La relación aula-biblioteca... ¿Qué interacción ha de haber? ¿En qué va a consistir? ¿Qué valor tiene la biblioteca en este contexto de cambio?

Abordar los posibles cambios en el modelo de aula (organización de los aprendizajes) y el modelo de centro (la cultura organizativa escolar) puede ayudar a reflexionar sobre esta cuestión.

1. MODELO DE AULA Y ORGANIZACIÓN DE LOS APRENDIZAJES

Repensar el modelo de aula al servicio de un tipo de aprendizaje social y globalizado con metodologías más participativas y vivenciales, conlleva aplicar fórmulas versátiles en la organización del alumnado (organizaciones grupales que rompan edades, niveles, capacidades, iniciar propuestas de itinerarios …), y estructuras más flexibles en el uso del tiempo, el espacio escolar y los materiales didácticos. Todo ello aprovechando el potencial que puede aportar la cultura digital en el centro escolar.

El tiempo educativo (los horarios y el calendario escolar) ha de poder reordenarse para ofrecer más y mejores oportunidades educativas de aprendizaje y desarrollo. El tiempo en la escuela y en el aula debería organizarse de manera flexible y variable en función de las necesidades y desde una perspectiva global, regulando horarios lectivos y no lectivos. Tiempos que no estén solo fragmentados por las materias sino que también puedan organizarse en función de las actividades relevantes que se realizan en el aula.

El aula como espacio de aprendizaje ha de cambiar en su forma física, introduciendo mobiliario modular y nuevos dispositivos. Haciendo desaparecer el uso presidencial de la pizarra, creando un entorno multifuncional. Una disposición más similar a un aula taller o laboratorio que a un aula convencional.

Al mismo tiempo la flexibilidad en la organización del alunando y la versatilidad en los tiempos educativos, puede permitir que la escuela entera sea considerada como un espacio de aprendizaje. Cualquier lugar ha de ser susceptible de convertirse en espacio apropiado para llevar a cabo actividades que hasta el momento solo se hacían en el aula. Se abre la posibilidad que dentro de la escuela puedan utilizarse múltiples entornos al servicio de los aprendizajes considerando los fines y las características de las actividades didácticas planteadas.

Los materiales curriculares han de ser diversos y cambiantes utilizados para permitir el descubrimiento y generar conocimiento real. La organización de los materiales didácticos es una necesidad. El propio equipo de maestros es el responsable de su elaboración en función de los itinerarios de aprendizaje que se van definiendo en los grupos. Se precisa más recursos y más diversidad pero al mismo tiempo más empoderamiento del profesorado para su selección y organización.

2. MODELO DE CENTRO Y CULTURA ORGANIZATIVA ESCOLAR

Las instituciones capaces de desarrollar un proyecto educativo sólido y propio precisan también de una organización escolar sólida y propia. Una cultura escolar consolidada permite gestionar de forma flexible los recursos que el centro dispone. En este sentido el modelo organizativo está vinculado al grado de autonomía de centro en su gestión y organización.

La cultura organizativa abarca diversos aspectos: las estructuras organizativas internas (sistema organizativo, procesos de toma de decisiones, formas de participación y roles de los actores educativos), el clima escolar entre los miembros de la comunidad educativa, la cultura de trabajo o cultura profesional formado por las actitudes, valores, creencias, y por la forma o modo de trabajar de los docentes entre sí (individualismo, colaboración…), el perfil de las direcciones y las relaciones con el entorno.

Es por ello que la transformación implica repesar la manera como se organiza y coordina el trabajo de la dirección, el claustro y los otros agentes educativos, como se estructura la colaboración con las familias y con el entorno territorial, y como se dispone de los recursos suficientes para llevarlo a término. Tanto financieros como de capacitación y formación.

La legislación actual ya permite a los centros organizarse en torno a un proyecto. El problema estriba en la dificultad de establecer mecanismos para estabilizar proyectos. Hay una renovación constante de equipos. Así no pueden madurar proyectos, ni gestionar equipos de liderazgo porque cada curso se empieza casi de cero. Pero a este aspecto hay que sumarle la ausencia de sistemas de evaluación y depuración de equipos. La autonomía de que gozan los profesionales debería de ir acompañada de sistemas de evaluación y rendición de cuentas.

Las estructuras organizativas internas. Estas han de responder a las necesidades y a los propósitos del centro educativo. Es posible replantear la actual división funcional del profesorado en estructuras rígidas (departamentos, ciclos…), y identificar y flexibilizar los horarios y calendarios de trabajo del profesorado para dar cobertura a un horario diverso. Todo ello para adaptar la coordinación del profesorado a la organización de los aprendizajes.

La cultura profesional. Los cambios implican concebir la escuela como un centro profesional, como un conjunto. Se necesita más trabajo colegiado a nivel general, más cultura de equipo que mejore el sentimiento de adhesión a la escuela, no sólo de los maestros, sino también de los alumnos y las familias. Los equipos docentes comparten poco y trabajan poco coordinados. Hay evidencias que el clima escolar es clave, para ello la escuela ha de vivir de forma más cooperativa y menos individual.

El perfil de las direcciones. Los equipos directivos han de tener una intención fundamentalmente pedagógica, su acción ha de estar encaminada a facilitar procesos transformadores en la práctica educativa. Son equipos que deben delegar y liderar. Su función es empoderar al profesorado y a los equipos para que puedan llevar a cabo su trabajo desde un prisma renovador y transformador. Las tomas de decisiones deberían tender a ser consensuadas y argumentadas, huyendo de rutinas y de imposiciones verticales.

Las relaciones con el entorno. Se precisa establecer redes de relación con otros centros educativos de perfiles similares y entidades generadoras de cultura pedagógica, estableciendo pequeños ecosistemas que permiten el crecimiento de cada centro. El entorno cercano ha de estar presente en el día a día del centro desde las actividades dentro de las aulas hasta las relaciones institucionales.

El rol de las familias. Son necesarias comunidades educativas que generen climas de confianza y transparencia a través de colaboraciones y participaciones de padres y madres de forma puntual en horario lectivo o a través de la organización de actos conjuntos como comunidad. Es interesante que puedan incorporarse en el currículo conocimientos y experiencias familiares. Al mismo tiempo se puede dar sentido real de comunidad a través del trabajo compartido entre la escuela y la AMPA, las comisiones mixtas, familias, maestros, delegados de aula…. También hay que considerar sistemas que permitan acoger la diversidad familiar a través de puntos de encuentro de diversa naturaleza.

Estos son algunos de los cambios que ha de abordar la escuela en su organización escolar. Y la biblioteca escolar... ¿cómo ha de posicionarse ante esta realidad?